lunes, 8 de agosto de 2011

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Daños colaterales

Descuartizadas


Por: Sanjuana Martínez    Fecha:  agosto 8, 2011 - 00:08  |  9 comentarios
La palabra es aterradora; tan aterradora como la realidad.
Y tenemos que usarla para describir el nivel actual de los feminicidios en México. Es la nueva modalidad en el asesinato de mujeres. Los sinónimos son puntuales: dividir, cortar, despedazar, mutilar, amputar, cercenar, escindir, seccionar, destrozar, trocear, desmembrar…
Eran las siete de la mañana. Había tres cajas de plástico en la cuneta de la carretera Cadereyta-Allende, en Nuevo León. Estaban llenas. El hallazgo dejo sin palabras a los ministeriales. Cuando se acercaron, determinaron inmediatamente que eran mujeres. Dos mujeres en pedazos.
Se llamaban Katia Cavazos Castilla y Kendy Cavazos Caballero. Tenían 24 años. La primera era sobrina de Juan Aurora Cavazos, secretaria de Desarrollo Social del estado. Las cajas tenían un mensaje: “Esto les pasa por charoleras, ahí te van subteniente Martínez”.
Ambas fueron detenidas el 31 de julio por ingerir bebidas alcohólicas en la vía pública. Estaban paseando en la plaza de Allende, disfrutando del domingo. Eran las ocho de la noche. Los policías se las llevaron a la comandancia. Una de ellas logra avisar a su familia. El novio de su hermana es militar, subteniente. Hizo una llamada al jefe de policía de Allende para que las liberarán, considerando la falta menor que cometieron.
El encargado consultó la liberación con su superior: un Zeta jefe de la plaza que le ordenó llevarlas a la calle trasera de la comandancia. Se las entregó a tres hombres que viajaban en un coche gris de reciente modelo. Y el resultado ya lo conocemos. ¿Qué vivieron Katia y Kendy con sus captores  aquella noche aciaga? ¿Por qué descuartizarlas?…
Un día después, otra mujer en pedazos fue encontrada en un baño de lámina galvanizada en la misma carretera. Tenía un mensaje: “Esto me paso por Z”. Es la carretera de las muertas. Allí mismo, hace dos meses, apareció Perla Elizabeth Campos Garza de 22 años. Fue cortada en seis pedazos. La metieron en un baño de lámina de 65 centímetros de diámetro por 30 centímetros de altura. Le dejaron un mensaje: “Pantera 6 lenón”. Seis días después en la misma carretera, pero a la altura del kilómetro 14 en la comunidad Hacienda El Alamito, aparecieron dos costales en la cuneta. Tenían cinco partes de un cuerpo de mujer. Sin cabeza.
El 4 de junio, dejaron un taxi estacionado afuera de la Policía de Guadalupe. En la cajuela, el cuerpo descuartizado de una policía. Se llamaba Azalia Vanesa Cervantes Arámbula y tenía 28 años de edad. Había un mensaje contra la alcaldesa de ese municipio, Ivonne Álvarez, que decía: “Puta traicionera”.
La dejaron en tres bolsas de plástico negro, las que se utilizan para la basura. La cabeza fue colocada en una cubeta de plástico de pintura. Faltó una pierna que nunca encontraron. Lilia Martínez Jacobo tenía 44 años y fue abandonada frente a Plaza Galerías en Cuernavaca el 1 de julio.
Utilizaron un serrucho. La metieron en varias bolsas de plástico de Oxxo y Aurrera abandonadas en el Centro Histórico de Puebla. Los policías siguieron el rastro de sangre y a pocos metros, en un departamento, encontraron la caja torácica. Se llamaba Mafalda Castañeda Velázquez de 26 años. Era trabajadora del sexo comercial. La mató su amigo Emanuel Bedoya Benítez, alías “El Güero”.
En San Luis Potosí, el 10 de abril fueron encontradas dos mujeres. Sus pedazos fueron enterrados en la cuneta de un camino vecinal en la comunidad de Palo Seca, en el municipio de Villa Juárez. Cuando la policía llegó al lugar denunciado por una llamada anónima, los animales comían los restos.
A Melina Mendoza Meza, de 17 años de edad la encontraron en un tinaco   de plástico el 3 de abril en Reynosa. No estaba completa. Sus piernas y brazos fueron tirados a pocos metros en un basurero. La encontró su madre que inmediatamente sospechó de su ex pareja sentimental, Salvador Guerra Favela quien finalmente confesó el crimen.
Son muchos los casos. La mayoría de los crímenes tienen un componente de género. Hay violaciones, mutilaciones de tipo sexual. Cuesta resumir cada uno de los casos porque el estómago se nos revuelve no sólo por las imágenes a través de las palabras, sino por la indignación, el coraje de saber que estamos en un país donde los feminicidos crecen desaforadamente. En un país donde sus gobernantes, legisladores, senadores, no tienen voluntad política para resolver la endémica violencia que padecen las mujeres. Si no hay un castigo correspondiente al delito, los agresores seguirán cometiendo las peores aberraciones. La impunidad invita a la repetición del crimen.
La guerra contra el narco ha invisibilizado estos y otros feminicidios cada vez más crueles, más salvajes, más sanguinarios. Hasta el año pasado, el Observatorio Nacional Ciudadano del Feminicidio había documentado en los últimos tres años 2,620 feminicidios en menos de la mitad del país. La cifra seguramente creció de manera considerable.
La famosa Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia no ha logrado frenar los asesinatos. Algo está fallando. El gobierno de Felipe Calderón sigue empeñado en invisibilizar los feminicidios, pero basta, no se puede tapar el sol con un dedo. Es urgente la creación de un Banco Nacional de Datos e Información sobre casos de violencia contra las mujeres. Se requiere de manera inmediata la implementación de protocolos homologados nacionalmente de investigaciones en los crímenes y en las condenas, condenas que deben incluir una perspectiva de género.
La Fiscalía Especializada para Delitos de Violencia contra las Mujeres (FEVIMTRA) dirigida por Sara Irene Herrerías Guerra tampoco está dando resultados que disminuyan el problema. Algo está fallando. Esta dependencia no podrá tener éxito hasta que no se le dote de atribuciones necesarias para investigar, sancionar y reparar los crímenes.
Las cortinas de humo desde el Estado sobran. Pero su fracaso lo demuestran estos horribles crímenes que se unen a otros delitos como el de la trata. La PGR ha documentado 525 mujeres y niñas desaparecidas.
Hace unos días, el 29 de julio, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal realizó la primera condena por feminicidio. La primera. Y esto se logró a dos días de que entrara en vigor la reforma al Código Penal que tipifica el feminicidio.
No todos los gobernadores de los estados están dispuestos a tipificar el feminicidio. Tenemos un gran ejemplo de invisibilidad realizado por Enrique Peña Nieto. Otros gobernantes siguen su camino. Creen que desatendiendo el problema y ocultando las cifras, terminarán tarde o temprano con los crímenes. Al final, ellos también son responsables del aumento de los feminicidios.
Más allá de la cuestión policial y judicial; de prevención y sanción; de la reparación y la educación necesaria, son dignos de análisis los métodos salvajes y primitivos utilizados en el feminicidio de la narcoguerra. Las mujeres se han convertido en un botín de guerra y sus cuerpos son utilizados para la satisfacción personal y para hacer daño a los enemigos.
Hacen falta respuestas: ¿por qué tanta saña? ¿por qué la inquina contra el origen? ¿por qué tanto odio a la mujer?

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