Sistema patriarcal sin pugnas: la violencia machista es de derecha y también de izquierda... o La reaparición de un violador
Un “luchador social”,
Onésimo Hidalgo, con años de trayectoria en el movimiento social chiapaneco,
asesor del movimiento zapatista y en los últimos años participante del
movimiento contra las altas tarifas en Chiapas. El domingo 7 de octubre se
difundió por la red la noticia de su detención en una manifestación en las
Choapas, Veracruz. De manera inmediata la condena unánime al hecho, la
exigencia de su liberación, el anuncio de movilizaciones masivas para lograr la
excarcelación del “compañero”, la indignación generalizada en muchas
organizaciones sociales. Entonces, la historia se agolpa nuevamente.
En 2008 se hicieron
públicas una serie de denuncias de acoso y violación sexual perpetradas por
Onésimo Hidalgo hacia varias mujeres. Tuve la oportunidad de escuchar de viva
voz, de frente, los testimonios de tres mujeres quienes aún con rabia, dolor y
miedo enfrentaron los recuerdos imposibles de borrar de sus cuerpos y memorias,
y denunciaron valientemente. También leí testimonios escritos de otras tres
mujeres que relataban la forma tan perfecta y cínica de Onésimo para atacarlas.
Después empezaron a caer como cascada testimonios de otras mujeres. Todos los
testimonios evidencian la perversa forma de Onésimo Hidalgo para acercarse a
las mujeres, entablar pláticas amenas, pretenciosas y apantallantes… para
después pasar a las miradas lascivas, los toqueteos y la violencia para someter
sexualmente a sus agredidas. Nadie me lo contó, yo lo escuché. Aún recuerdo
como una de ellas me relató, entre lágrimas, como Onésimo la sometió con sus
manos sobre su cuello, mientras ella temblaba y le pedía que la soltara. Como
él disfrutaba con su miedo y le decía que en el fondo a ella le gustaba. Cómo
la amenazó, con su peculiar estilo burlón, con denunciarla en migración para
que ella no dijera nada. La voz temblorosa y aún con miedo de esa mujer al
relatarnos su experiencia, me conmovió hasta lo más profundo, pero también
despertó mi rabia. Otro testimonio que presencié narra una violación perpetrada
en la propia casa de Onésimo, a dónde la mujer denunciante llegó para recibir
una asesoría para su tesis de maestría. El dolor que le provocaba relatarnos
semejante experiencia era evidente que hasta por momentos cortaba su voz y la
hacía tomar aliento para seguir.
Y entonces yo me pregunto
¿cómo hay quien puede ser insensible, por decir lo menos, ante esos relatos?
¿cómo hay quien puede tener la desvergüenza para atreverse a cuestionar las
situaciones y circunstancias de una violación? Evidentemente quién lo hace es
porque se encuentra en una posición de poder que el patriarcado le ha otorgado
para posicionarse de esa manera, o bien, porque nunca ha padecido en su cuerpo
algo mínimamente cercano a un ataque sexual.
Onésimo Hidalgo sabe
perfectamente a quién puede atacar y también sabe muy bien en dónde y con
quiénes hacer sus comentarios lascivos. Astuto es, sin lugar a dudas. Tan
astuto que mucha gente aún ahora todavía le cree. Este “luchador social” es uno de esos casos que una
no puede creer, porque más allá de él, impresiona terriblemente el silencio y
la complicidad impune de la que ha gozado durante varios años. Más de uno, de esos que sostienen el patriarcado, salió en
su defensa. Más de una, de esas que reproducen el patriarcado, también. Resulta
que el violento no es el violador sino quienes denuncian y exigen justicia. Ver
para creer.
Incluso ahora mismo, con
motivo de su detención en las Choapas, se habla del mismo Onésimo que el
patriarcado ha construido. Ojalá que con la misma celeridad que su detención se
difundió se hubiera sancionado la violencia que ha ejercido. Ojalá que las movilizaciones
masivas que se realizaron para su liberación, hubieran sido las mismas para
condenar sus abusos sexuales. Ojalá que las condenas unánimes hacia la
“violencia” de la que fue objeto, hubiera sido la misma hacia la violencia ruin
que él cometió. Ojalá que la resonancia que alcanzó su situación hubiera sido
la misma para las mujeres que no solamente han padecido violencia sexual de su parte,
sino para todas aquellas, esas sí, luchadoras sociales que se juegan la vida en
este sistema. Pero no, en nuestra realidad patriarcal y misógina los agresores
terminan siendo las víctimas, que ni siquiera necesitan defenderse porque
sobran las voces para hacerlo.
Por supuesto que estoy en
contra de toda represión social y política, pero por un tipo acusado de hostigamiento
y violación sexual no voy a levantar la voz. No voy a solidarizarme con quién
ha hostigado y abusado, con quién ha ejercido violencia contra mujeres durante
tantos años. Basta ya de impunidad, de defensa del patriarcado cuando los
perpetradores son “luchadores sociales”, “vacas sagradas”, “personajes de
renombre”.
Hoy también me encuentro
con un texto de Sanjuana Martínez (http://www.sinembargo.mx/opinion/08-10-2012/9968) que habla del acoso
sexual de que ha sido objeto en el ejercicio del periodismo. Cuando un militar
o un policía agrede sexualmente a las mujeres, ejercemos una condena
avasallante, pero cuando se trata de un “compañero” podemos escuchar todo tipo
de justificaciones, hasta las más aberrantes. ¿En qué se diferencia un acoso
del otro? ¿En que uno es hecho por un “compa” que ha aportado mucho al
movimiento y el otro por un esbirro del sistema? ¿En que uno es totalmente
condenable y el otro lo podemos sopesar porque el “compa” es uno de los más
activos del movimiento? Da lo mismo, finalmente ambos gozan de la impunidad
machista. En el mismo artículo, se dice que de 94 casos registrados de
violencia contra mujeres periodistas (según el informe “Violencia contra
mujeres periodistas” realizado por CIMAC) 7.8% de quienes acosan a las
periodistas son integrantes de movimientos sociales…
El acoso y la violación
sexual es violencia contra las mujeres venga de quien venga y es nuestra
responsabilidad denunciarlo y recordarlo cuantas veces sea necesario. Ningún
movimiento social, ninguna lucha por la justicia y la dignidad puede
construirse a costa de la violencia contra las mujeres.
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